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martes, 12 de abril de 2011

El maremoto de 1755

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El maremoto de 1755 persiste en la memoria de los onubenses

El 'tsunami' ocasionó la mayor catástrofe documentada de la Historia de Huelva · La costa onubense ha sufrido 14 maremotos en los últimos 8.000 años

El 1 de noviembre de 1755 se produjo el terremoto que ocasionó la mayor catástrofe conocida de la que se tiene documentación histórica en las costas de Huelva y Cádiz. Era el conocido terremoto de Andalucía-Lisboa que al poco tiempo se desató en grandes olas que se llevó por delante todo lo que encontró en las orillas de estas costas. El gran terremoto y maremoto de Lisboa se desató el 1 de noviembre de 1755 a las 10:16 (hora GMT) y provocó sólo en España 61 muertos por el terremoto y 2.000 por el tsunami, mientras que las pérdidas materiales ascendieron a 70 millones de reales de vellón, equivalentes a 600 millones de euros actuales.



En la actualidad se sabe, gracias a la información recogida por una encuesta solicitada por el rey Fernando VI para evaluar los daños del terremoto en España, que debió tener una magnitud real en 8,5 grados en la escala Richter, estableciendo el epicentro en unos 200 kilómetros respecto al cabo de San Vicente, en el extremo sur de Portugal. Según los especialistas, existen pocas muestras para establecer una estadística fiable, ya que desde el año 800 antes de Cristo, sólo se han producido cuatro terremotos importantes, de características similares al de Lisboa en esta zona. Por ello, se puede establecer un periodo de retorno, es decir, de tiempo que por lo menos tiene que transcurrir para que se repita el fenómeno, de 450 años, por lo que se supone que este tsunami que sacudió la costa de Huelva y Cádiz se podría repetir en 2205.

El trabajo que desarrolla el grupo de investigación Geología costera de la Universidad de Huelva sobre la evolución que ha seguido la costa onubense a lo largo de su historia, convierten las playas en un enorme y particular archivo del que se puede extraer todo tipo de información. Gracias a estas huellas reconocibles, indica el investigador de la UHU Juan Antonio Morales, se puede saber que en los últimos 8.000 años la costa de Huelva ha sufrido hasta catorce tsunamis; una cifra nada desdeñable. "Algunos con un efecto impactante". De hecho, sospecha que el final de Tartessos coincide con uno de ellos. Morales no dice que pudieran ser el motivo de su desaparición, pero sí una de las causas, ya que pudo provocar grandes destrozos en las infraestructuras costeras de esta cultura que hicieran decaer considerablemente su actividad comercial. Algo parecido considera que ocurrió con la civilización megalítica, hace 4.500 años. Huelva Información


TERREMOTO Y TSUNAMI EN 1755

María Eugenia Petit Breuilh Sepúlveda
Pocas veces somos conscientes de la dinámica de la Tierra, incluso hay quienes parecen considerarla inerte y sin “vida”, pero cada cierto tiempo nos sorprende cuando los elementos de la Naturaleza actúan en toda su magnitud; precisamente eso fue lo que ocurrió el 1 de noviembre de 1755.
A las 10 de la mañana del día de Todos los Santos un terremoto asoló Lisboa, las poblaciones del Algarve, el suroeste de España (especialmente la vertiente Atlántica) y localidades del norte de África; también se sintió en toda la península Ibérica y parte de Europa. Dicho proceso natural generó a su vez, un tsunami (“ola gigante” que rompe en la costa) que afectó a centros poblados, principalmente del sector atlántico, causando un elevado número de víctimas mortales, incluso más que el propio terremoto.
Este megasismo, conocido históricamente con el nombre de “terremoto de Lisboa” -por situarse el epicentro al sur de esta ciudad, cerca del cabo de San Vicente-, marcó un hito, debido al elevado número de muertos y a la destrucción que se produjo en las construcciones. Los relatos de la época informan que se sintieron en la capital lusa tres grandes “temblores en el espacio de media hora”,que derrumbaron los edificios de la ciudad, ya fueran civiles o religiosos. Una relación de sucesos impresa en Sevilla el año del citado suceso describía el desastre en los siguientes términos:
“La ciudad era un total destrozo; pues se pueden numerar más de 60.000 casas arruinadas, y las más de ellas totalmente demolidas, siendo tantos los muertos que entre las ruinas perecieron, que aun no han podido agotarse, estando empleada quasi toda la gente que ha quedado, con mucha tropa”.
Efectivamente, en catástrofes de estas características, en las que hay abundancia de cadáveres, una constante es la necesidad imperiosa de rescatar los cuerpos sin vida y darles, por una parte, cristiana sepultura y, por otra, evitar malos olores y posibles epidemias. Pero la ruina de Lisboa no se redujo sólo a los escombros que dejó el propio terremoto, sino que debido al desplome de las casas (muchas tenían el segundo piso construido con madera) y a la caída de los materiales en los fogones existentes en las plantas bajas, se generó un enorme incendio que terminó por reducir a cenizas más de la mitad de la ciudad.
Como expresan los documentos de la época, la generación de incendios como consecuencia de un seísmo no sólo ha ocurrido históricamente en Lisboa, incluso en la actualidad el riesgo es aún mayor a causa de las tuberías de gas, cables eléctricos y demás materiales de conducción que se encuentran en las viviendas y edificios.
Otras ciudades de Portugal, principalmente costeras, también conocieron la destrucción tras el terremoto, aunque lo que más les afectó fue el tsunami. Por su parte, el Algarve vio como la mayoría de sus pueblos caían tras el paso del megasismo del día de Todos los Santos; algunos ejemplos de ello son Víllafranca, Castromarín, Faro, Tavira, Figueiro, Castelo Milor, Coruche, Camina y otras.
Por otra parte, este seísmo tuvo también un fuerte impacto en Andalucía Occidental, especialmente en las provincias de Huelva y Cádiz, originando la ruina de algunas construcciones civiles y religiosas de la época. Se pueden citar algunos ejemplos:
Huelva: Todas las iglesias sufrieron daños. Se arruinó el campanario de las parroquias de San Pedro y de La Concepción, así como la torre del convento de la Victoria. Además, se tuvo que reconstruir el convento de la Merced.
Trigueros: Se cayeron las cinco torres de la iglesia parroquial, que quedó muy maltratada, lo mismo que las iglesias de la Compañía de Jesús y del convento del Carmen, así como las cuatro ermitas.
Ayamonte: Fueron derribadas las torres del Salvador y San Roque. Quedaron también muy afectadas la parroquia de Las Angustias y las iglesias conventuales de San Francisco, Santa Clara y la Merced. La huella del terremoto era aun patente en la iglesia del Salvador en 1977, a causa del desplome pronunciado de sus pilares.
Aracena: Se dañaron los arcos y bóvedas de la iglesia parroquial que se encontraba sin terminar. Hasta 1773 no se iniciaron las obras cubiertas y las restauraciones continuaron hasta 1783.
La Palma del Condado: Se desplomo la torre de la iglesia parroquial y de otros edificios religiosos.
Con todo, tras investigar más a fondo las verdaderas consecuencias que produjo el megasismo en las construcciones religiosas de la provincia de Huelva, no está tan claro que toda la destrucción y deterioro que padecieron estos edificios durante la segunda mitad del siglo fueran atribuibles sólo al terremoto de Lisboa. En aquella época las reparaciones; se demoraban décadas en hacerse efectivas -lo demuestra la documentación del Archivo Diocesano de Huelva-, por lo cual a la hora de emprender la reconstrucción, quince o veinte años después, habían tenido lugar otros desastres que influyeron en el deterioro de los edificios, tales como lluvias torrenciales, vientos fuertes, así como los seísmos del año 1756.
En Cádiz el terremoto no causó importantes estragos en las construcciones, aunque el movimiento sísmico fue lo suficiente mente importante como para derramar el agua bendita de las pilas de las iglesias. Sólo se observaron algunos tejados corridos y algunas casas viejas presentaron fracturas en paredes y murallas; lo que en verdad afectó y dañó a los gaditanos fue el tsunami.
Por su parte, en el norte de África, el terremoto afectó principalmente a la costa de Argel, la plaza de Orán, Ceuta, Tánger, Tetuán, toda la costa berberisca, Mequinés, las dos ciudades de Fez (el Barrio Nuevo y el Barrio Viejo) y la llamada entonces en la documentación “ciudad de Marruecos” (Marrakech). El movimiento sísmico se sintió a la misma hora que en la península Ibérica, alrededor de las diez de la mañana, y los relatos de la época señalan que duró entre seis y ocho minutos. La ciudad de Marruecos, fundada en el año 1052 por el rey Abu Texifien y terminada por su hijo Jucef o Jusuf, fue una de las que más padeció los efectos de megasismo del 1 de noviembre de 1755. A este respecto, un misionero católico en Marruecos señalaba:
“En este celebrado Emporeo fue con tal violencia el Temblor, que no quedó robusto Edificio que no padeciera fatal ruina: sus fuertes Murallas, que son de una argamassa tan dura, que heridas con un pico, solo lo que de ellas faltan encendidas chispas, como cenizas se desmoronaron; cayeron las más de sus Mezquitas, cogiendo debajo infinidad de Moros, que acecinados baxo de las ruinas, aun subsisten”.
Como expresa el testimonio anterior, cuando sucede un terremoto supone un enorme riesgo para las personas quedarse dentro de las construcciones de materiales pesados, puesto que se desploman rápidamente dejándolas sepultadas. Del mismo modo que la ciudad de Marrakech, Mequinés -en aquella época corte de los emperadores de Marruecos- también fue afectada por el megasismo; la mayoría de sus mezquitas y edificios quedaron destruidos. Con todo, las construcciones que se mantuvieron en pie, aunque dañadas, terminaron por caer debido a las réplicas de los días 18 y 19 de noviembre de 1755.
La ciudad de Fez era uno de los centros urbanos con mayor población de la región a mediados del siglo XVIII-sólo el Barrio Viejo tenía casi cien mil habitantes-y, además, se había convertido en un importante centro ceremonial con sus seiscientas cincuenta mezquitas; precisamente la mayor de ellas sepultó a más de ochocientas personas cuando se derrumbó a consecuencia del seísmo. De la devastación de esta ciudad daba cuenta un misionero que fue testigo del desastre:
“Al impulso del Temblor, quasi todos los Edificios, y Palacios de seguros, y fuertes jaspes, y bien cincelados pórfidos, como tabiques débiles se blandeaban, desencaxaban, y caian, sepultando á sus habitantes, y los que por las calles iban: siendo evidente no haver quedado la mitad de casas, y personas”.
La cita anterior deja claro que la ruina llegó al conjunto de las construcciones, fueran fuertes o aparentemente débiles, y que todas se derrumbaron total o parcialmente por los efectos del terremoto. En la ciudad de Salé, que en aquella época también era un importante centro urbano, el megasismo provocó numerosos daños materiales, a lo que se sumó el elevado número de personas sepultadas bajo los escombros; lo mismo ocurrió en Arcila, Mamora, Larache y Tánger.
A mediados del siglo XVIII el conocimiento que se tenía de la naturaleza había progresado, ya que se consideraba que los terremotos se producían debido a procesos físicos y no a designios divinos, como venía promoviendo la Iglesia -no sólo la católica- desde la Edad Media. Justamente este seísmo sirvió para que se editaran múltiples escritos y nuevas propuestas sobre lo que se creía era el origen de los terremotos. Pero, en concreto, la población de la época (española, portuguesa y norteafricana), tuvo una reacción inmediata: organizar procesiones rogativas, penitencias, misas solemnes y sermones, entre otros rituales religiosos, con objeto de aplacar la “ira de Dios, azotes y castigos, dados por Su Majestad en pena de nuestras culpas”.
Sería demasiado extenso citar las numerosas manifestaciones religiosas que se organizaron el 1 de noviembre, así como en los días posteriores. Sin embargo, es interesante destacar que estos rituales tuvieron, al menos, dos claros objetivos: en primer lugar, pedir perdón a Dios por los pecados cometidos mediante procesiones, rogativas y penitencias y, en segundo lugar, realizar ceremonias de acción de gracias en las localidades en que se produjeron menores daños. Estas reacciones están en concordancia con la creencia de que el origen de los desastres en general estaba causado por el hecho de que los humanos no cumplían con sus deberes de cristianos, lo que provocaba el enojo divino.
Con todo, esta catástrofe natural quedó marcada en la historia de quienes la padecieron y en sus generaciones futuras con la realización de votos especiales, ya fuera con el fin de celebrar alguna fiesta conmemorativa o, en su caso, aprobando la designación o confirmación de los santos patronos. A modo de ejemplo, en Cádiz, donde ya tenían la protección de San Servando y San Germán, se agregó la de la Virgen del Rosario, ya que los gaditanos tuvieron la convicción de que ella intercedió ante Dios para que el tsunami no terminara definitivamente con la ciudad. En una carta impresa en la capital gaditana el 6 de Noviembre de 1755 se afirmaba:
“Los Padres de Santo Domingo expusieron al público la Imagen de la Santísima Virgen del Rosario en su Portico, buelto el Rostro a la Bahía”.
Salieron, de orden del Señor Provisor, los Rosarios aquella tarde y noche, y ciertamente con devoción. Tan buen Predicador, como son Terremoto, y retirada del Mar, han hecho un admirable fruto, Dios quiera se conserven en los Gaditanos los buenos propósitos, que han concedido”.
Como se aprecia en el relato anterior, la exposición de la Virgen enfrentada al mar desde el pórtico de la iglesia fue sólo uno de los tantos actos religiosos que se realizaron en Cádiz para intentar calmar la “ira de Dios”, aunque con el tiempo su participación como “milagrosa” patrona, fue adquiriendo un papel protagonista, especialmente desde principios del siglo XIX.
Por otra parte, en San Juan del Puerto (provincia de Huelva) se confirmó como patrono a San Juan Bautista. Por este motivo, el cabildo municipal a partir de 1756 aseguró económicamente la celebración de una misa cantada, sermón y procesión el día 24 de junio de cada año; este ritual que continúa llevándose a cabo actualmente tuvo su origen en un acuerdo del cabildo secular adoptado el 10 de noviembre de 1755. Esta iniciativa se adoptó porque los sanjuaneros consideraban que el terremoto no les afectó de igual modo que a Huelva y a otras localidades de la provincia gracias a la protección de San Juan Bautista. En este sentido, si se busca en la historia de los pueblos damnificados o donde simplemente sintieron el seísmo y el tsunami, lo más seguro es que encontremos hechos similares a los señalados anteriormente. Desde luego, durante los días posteriores a la catástrofe se vivió un ambiente de recogimiento y religiosidad parecido al que tenía lugar en la Semana Santa.
En el norte de África las súplicas a la Divinidad se repartieron entre la Virgen y el Dios cristiano, y Alá y su profeta Mahoma; tanto católicos como musulmanes efectuaron continuas y públicas rogativas, clamando “misericordia a los cielos”. A este respecto, es interesante destacar que a causa de la ruina que asoló Argel, su rey, desesperado por la situación, envió un recado al hospicio y convento de religiosos trinitarios “para que rogaran a su Dios los sacase de tanta aflicción, lo que con fervoroso ánimo executaron con tiernas preces, y ásperas penitencias”. No contento con ello, ordenó que se realizaran también los ritos según sus creencias, leyéndose en voz alta el Corán; además votaron solemnemente realizar una “humilde peregrinacón, todos descalzos, procesionalmente a una mezquita distante de allí doce leguas”, en que se veneraba una reliquia del Profeta.
Con respecto al tsunami, la mayoría de los contemporáneos que escribieron sobre él reconocían desconocer su origen y sus características y sólo señalaban que históricamente, cuando se habían producido “grandes” terremotos en la costa, se generaba habitualmente una fuerte avenida del mar o maremoto. En este sentido, el contacto con los naturalistas y miembros de las academias americanas es constante y eso se aprecia en la información que se maneja en Europa de las catástrofes ocurridas en el Nuevo Mundo, especialmente la de Guatemala en 1717, Lima y Callao en 1746 y algunas otras.
Las consecuencias devastadoras del tsunami en el sur de Portugal, especialmente en el Algarve, fueron considerables. Del mismo modo, Lisboa sintió los efectos del mar, no quedando “muelles ni fortalezas”; los movimientos de la costa desplazaron cinco navíos tierra adentro y más de doscientos botes y lanchas, entre otras desgracias. Por su parte, las provincias de Andalucía occidental que más padecieron la inundación del mar fueron Huelva -principalmente las playas del Marquesado de Ayamonte y la costas de la actual capital -y Cádiz- localidades como Sanlúcar de Barrameda, Chipiona, El Puerto de Santa María, Conil etc.

A este respecto, el mayor impacto del tsunami en el área geográfica antes citada se explicaría por su cercanía a la fuente generadora (Cabo de San Vicente); por lo tanto, a medida que nos alejamos de esta zona los efectos observados decrecen notablemente. El Marquesado de Ayamonte fue, junto con la bahía gaditana, el espacio costero más perjudicado por la llegada del tsunami. Así se desprende del informe realizado por la Real Academia de la Historia siguiendo las órdenes del rey:
“Salio el mar de su centro con desusada violencia, y rompiendo sus márgenes no solo inundó todas las Isletas, Esteros y Playas inmediatas, sino que forzó al Río Guadiana, en cuya orilla y embocadura esta la ciudad… En la Torre de la Canela sita en la Barra del Puerto se levantaron las ondas tanto que cubrieron más de la mitad”.
Sin duda, lo sucedido en Ayamonte demuestra que la confluencia de un río con el mar agrava los riesgos derivados del tsunami en las poblaciones por las que transcurre su curso. Por su parte, la gran cantidad de personas ahogadas en las playas de Lepe, Huelva y Ayamonte se debió a que en estas poblaciones estaban instalados campamentos de pescadores catalanes y valencianos que venían a trabajar en la pesca de la sardina. Según los datos de la época, fallecieron más de seis mil personas solamente en la costa onubense.
En Cádiz las olas del mar alcanzaron alturas de hasta 20 metros, y en algún punto de la costa portuguesa del Algarve hasta los 30 metros. Según esta información, el tsunami de 1755 estaría catalogado entre los de mayor magnitud registrados históricamente, según las escalas que existen actualmente para medir el grado de destrucción que pueden alcanzar.
Así, finalmente en Cádiz alrededor de una hora después del megasismo de aquel sábado de Todos los Santos, después de recogerse el mar, éste apresuró su marcha para romper sobre la ciudad, sus castillos (San Sebastián y Santa Catalina) y sus murallas; además causó considerables daños y pérdidas materiales en la zona del puerto. Las víctimas del tsunami fueron considerables, sobre todo porque algunos huyendo de la ciudad se fueron a refugiar a la Isla, un lugar que fue arrasado por las “olas gigantes”.
Igualmente en el norte de África se sintieron las consecuencias de este maremoto en ciudades como Marruecos (Marrakech) o Fez, que aunque no se encuentran en la misma costa como Orán o Ceuta, están conectadas al mar por ríos; esta situación geográfica hizo que recibieran la influencia del tsunami como una gran y repentina inundación, ahogándose algunas personas y obligando a que bastante población tuviera que refugiarse en los campos cercanos con el fin de protegerse. En Safi y Santa Cruz se destruyeron la mayoría de los edificios debido a la magnitud del terremoto y el posterior tsunami que sobrepasó sus murallas; esta situación vino a agravar, más si cabe, la ruina de estas ciudades.
Muchos más datos podríamos agregar en relación con esta catástrofe analizada, pero lo que nos queda de reflexión es que este proceso natural seguramente volverá a repetirse, y la pregunta clave que nos debemos hacer es si estamos preparados para recibirlo; justamente cuando este primero de noviembre de 2005 se han conmemorado los doscientos cincuenta años del “terremoto de Lisboa”.

EL DESASTRE EN LAS CRÓNICAS HISTÓRICAS
LA DESTRUCCIÓN de la capital lusa se vio reflejada en numerosos documentos de la época que reflejaban la magnitud del desastre. En uno de ellos se comentaba lo siguiente:
“…pero de improviso vieron, que Mongivelo arroja, la Ciudad en fieras llamas, y que de unas en otras, con los destrozos y el aire, las casas incendios brotan.
Precedida aquesta ruina, de que en las moradas todas, Ó las mas son de madera, los altos, y aquella hora, Con el estremecimiento, caían las tablas todas, Y pegando en las cocinas, fieros incendios pregonan…”.
UN TERRIBLE MAREMOTO
Las consecuencias del gran terremoto de Lisboa llegaron a Cádiz a través del mar.
El 1 de noviembre de 1755 el agua saltó la muralla provocando graves inundaciones en el barrio de la Viña y una gran destrucción en toda la zona del puerto.
De aquel momento, la tradición recoge un significativo episodio que los gaditanos atribuyeron a una intervención sobrenatural, ya que se aseguró que la salida del estandarte de la Virgen de la Palma, en el popular barrio de la ciudad, provocó la retirada de las aguas.
Este hecho, que indudablemente acrecentó la devoción por la citada imagen, motivó que el cabildo municipal organizase actos de acción de gracias a las imágenes más veneradas en Cádiz por su intercesión en aquel desastroso suceso. Como recuerdo se mandó hacer una lámina conmemorativa en la que figuraban los divinos protectores de los gaditanos, apareciendo en ella las imágenes de Jesús Nazareno, María Magdalena y la Virgen del Rosario junto a los patronos de la ciudad.
Las consecuencias del terremoto y el tsunami de 1755 en la capital portuguesa fueron desastrosas. El ochenta y cinco por ciento de los edificios de Lisboa resultaron destruidos, entre ellos la mayoría de los ejemplos de la característica arquitectura manuelina, distintiva del siglo XVI. Los incendios originados tras el seísmo redujeron a cenizas el recién estrenado teatro de la ópera, y el antiguo Palacio Real, situado en la desembocadura del Tajo, fue engullido por las olas, que destruyeron también el Teatro Real do Paco da Ribeira. A las pérdidas arquitectónicas del patrimonio de la Corona había que añadirle además centenares de obras de arte, entre las que se encontraban cuadros de Tiziano, Correggio y Rubens, así corno la biblioteca real, que constaba de unos 70.000 volúmenes. Desaparecieron los archivos reales en los que se encontraban los documentos relativos a las exploraciones de Vasco de Gama y de otros importantes marinos portugueses. La catedral de Santa María, las basílicas de Santa Catorina, Sáo Paulo, Sáo Vicente de Fora, y la iglesia de la Misericordia, fueron destruidas. El Hospital Real de Todos los Santos se consumió por las llamas, muriendo centenares de pacientes carbonizados. Plazas, calles, avenidas y el puerto de la Lisboa antigua quedaron reducidos a escombros o simplemente desaparecieron, como la tumbaba del héroe nacional Nuno Álvores Pereira. Testigo mudo de aquel cataclismo son las ruinas del Convento do Carmo, que se preservaron tal y corno se aprecian en la fotografía, para recordar a las generaciones venideras el desastre que ocurrió en 1755.
MARÍA EUGENIA PETIT BREUILH SEPÚLVEDA
UNIVERSIDAD DE HUELVA
El riesgo de tsunamis en España. Análisis y valoración geográfica Monografías, n°- 9. Instituto Geográfico Nacional. Madrid, 1992.
• PETIT-BREUILH, M°. E.
Desastres naturales y ocupación del territorio en Hispanoamérica Universidad de Huelva, 2004.
• PETIT-BREUILH, M°. E.
La aíra de Dios». Religiosidad y te­rremotos en Ayamonte del siglo XVIII. IV Jornadas de Historia de Ayamonte. Págs. 255-271. Patronato de Cultura. Ayamonte, 2000.
Andalucía en 1, Historia 87 (gracias al articulo de Identidad Andaluza )

2 comentarios:

loren dijo...

Si es que la pachamama siempre estuvo viva y de ahí venimos todos, y cuando le apetece cambiar algo no respeta de zonas, especies o razas y x otra parte quienes merecen menos respeto somos los humanos. Es curioso que con tanta evolución los daños en un caso así son mucho mayores ahora, claro que en aquellos dias no habían centrales nucleares. Buen articulo que nos recuerda que para nada estamos a salvo de estas catástrofes y que nos sentimos seguros xq nos dicen que sucederán dentro de unos 200 años. A partir del 2200 no debemos comprarnos ningún apartamento en primera linea de playa, ni en Triana a orillas del Guadalquivir. Propongo una Party LNNTR x esas fechas en Sierra Nevada en el Mulhacén que allí seguro que nos nos llega el agua. Aunque nos pille un poco mayores seguro que aún tenemos ganas de juerga, no??

El Vaka! dijo...

jejeje ciertamente los acontecimientos se dan... Huelva, Cádiz y el norte de Africa... Gadir por ejemplo tienen más cupones comprados para un buen rakaaa! cuando ocurra yo creo que estare sobando eternamente pero no lo dudes que se repetira en el tiempo en mayor o menor escala pero el atlantico crea estas formas curiosas en la tierra y es por algo, forma parte de la degradación de la capa afortunadamente es cada muchos años para nuestra existencia, los japoneses conviven con esto y para nosotros son kitkat de 50cuenti tantos años jejeje amos a liarla ya!! jejeje